Tenía ocho años y toda mi clase
querían ser: profesores, futbolistas y pocas más variedades. Era yo de las
pocas "raritas" que querían ser algo diferente, quería ser periodista. Es cierto
que todo comenzó con la intención de que a través del periodismo pudiera llegar
a ser actriz, pero todo cambio. Ya no era querer ser actriz, era querer llegar
a ser una persona importante, una persona que cada día tenga que luchar por
mantener ese trabajo y sobre todo escalar para no dejar de ser alguien en él.
Es no tener horarios, ser periodista desde que me levanto hasta que me acuesto
y también el mes de agosto. Es no querer que todos los días sea lo mismo. Es
sentir un cosquilleo cuando estás en el aire, en directo, o recién publicado.
No tengo conocimiento de que haya ningún oficio que me ofrezca todo esto. Aun
así no puedo considerar el periodismo una profesión, sino un estilo de vida, la
vida que yo deseo tener.
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