El otro día me plantearon en
clase: “¿Nunca os habéis planteado que pasaría si dos satélites de estos que
conectan todos nuestros ordenadores y medios digitales, se chocaran y sufriéramos
una pérdida de todo lo que tenemos guardado de forma digital?”
No sé muy bien si en caso de que
dos satélites se choquen nuestros ordenadores, móviles y otros mil millones de
aparatos digitales que nos hacen la vida “más fácil” explotarían dejándonos sin
todo lo que tenemos dentro.
Pero de algo estoy segura, si algún
día nuestros aparatos digitales explotan perdiendo todo lo que hay dentro, será
como si a nuestros abuelos les robaran esa caja de metal que guardan en un segundo
cajón de una mesilla marrón en la que dentro creemos que solo hay millones de
papeles viejos. O se quemaran esos álbumes marrones, en los que un plástico muy
frágil cubre cada una de las fotos de bodas, juegos, bautizos… de hace años.
Explotarían nuestros recuerdos.
Desaparecerían e-mail, fotos, escritos…
Creo que si pasara, que si todos
nuestros medios explotaran y no pudiéramos vivir durante un largo tiempo sin
medios digitales, podríamos jurar que estaríamos viviendo el apocalipsis.
Tal vez tiene razón mi profesor, y
deberíamos comenzar a apreciar de nuevo el papel, el olor de una goma de una
nueva, el tacto de una fotografía impresa, la ilusión de abrir el buzón y
encontrar una carta, que no sea del banco.
Porque puede ser que los satélites
no se vayan a chocar nunca, pero estoy segura, que mi ordenador, con todo lo
que tiene dentro, no durara tanto como la caja de metal o los álbumes de
nuestros abuelos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario